Nadie podía imaginar, ni siquiera el mismo Petro, que su llamado a que la gente saliera a tomarse las calles para expresar su descontento y exigir que quienes los gobiernan actúen y decidan de acuerdo con lo que se habían comprometido llegara a todos los sectores de la sociedad. Y mucho menos, que desatara la fuerza movilizadora que se está haciendo sentir en todo el país, y que la gente ha entendido como una forma firme de proceder y pronunciarse políticamente. De hacerse valer por sí misma.

Que el “salir a marchar” el próximo 21 de abril se haya convertido en un asunto recurrente en las conversaciones de los colombianos, o que se comience a interpretar como un “deber” ciudadano con el que hay que cumplir, refleja cuánto se ha politizado la sociedad colombiana no solo en el sentido de entender que la política es importante y que hay que participar en ella, sino también que eso implica convertirse en un actor político con el que se tiene que contar. Y eso les impone grandes desafíos a los partidos políticos que hoy están desbordados por semejante fuerza, y al mismo Gobierno porque esa fuerza lo está interpelando. Le está exigiendo que actúe y decida distinto.

Lo interesante de lo que está sucediendo con las movilizaciones es que, sin un líder definido, esa fuerza se está expresando como un “acto voluntario absoluto”, para utilizar los términos en que lo calificaría Antonio Negri. Es decir que no se está movilizando porque busca un favor, espera una dádiva o ni siquiera porque está siguiendo al líder partidista o al caudillo de turno. Aquí la gente está saliendo para hacerse valer frente a un régimen que ha incumplido sus promesas, que amenaza con avasallarlo con impuestos, obligaciones e ideologías que no comparte; o que toma decisiones que pueden degradar aún más sus condiciones de vida; o simplemente para protestar contra un gobierno que habiendo prometido combatir la corrupción, sigue reproduciendo sus prácticas en puntos tan neurálgicos de la Administración y mantiene en los más altos cargos del Estado a sus más connotados promotores.

Estamos ante un proceso muy trascendente, de una sociedad que, al tiempo que se politiza, es cada vez más consciente de que debe asumir mayores responsabilidades.

Habrá quienes cuestionen estas formas de organización y expresión política, porque se trata de eventos puntuales que no tienen mayor trascendencia, pero no hay tal. No hay que olvidar que fue por la presión política ejercida por los marchantes del pasado miércoles 6 de marzo por lo que algunos congresistas optaron por hundir la reforma de la salud. Y lo hicieron porque comenzaron a entender que esa es una fuerza política real frente a la que se sintonizan o desaparecen. Y, en la medida en que los que marchan vayan viendo que su presencia en las calles los convierte en actores políticos cuyas demandas son respetadas y cumplidas, esa fuerza va a trascender como una fuerza útil y relevante que cada vez buscará mantenerse como una fuerza permanente. .

No cabe duda de que estamos ante un proceso muy trascendente, de una sociedad que, al tiempo que se politiza, es cada vez más consciente de que debe asumir mayores responsabilidades. Que está dispuesto a salir a la calle, porque los partidos ya no los representan y saben que la movilización en las calles es el único idioma que entiende y al que le teme Petro.

No hay que olvidar que el 17 de junio de 2018, en su discurso camino a la presidencia, declaró: “Estamos en el primer minuto de una fuerza verdadera, la fuerza ciudadana movilizada en las calles”. Y, con soberbia, pasó cuenta de cobro por los 8 millones de votos que entonces tuvo, diciendo: “… los asustamos, ese susto que les hicimos tener, que los acobardó tanto, tiene una razón de ser: una multitud en la calle, una ciudadanía activa… ese es el factor que nos hace indestructibles, in-de-rro-ta-bles”.

Qué paradoja. Esa ciudadanía activa, movilizada en las calles, es la que, ahora como fuerza constituyente, se voltea en contra suya para desafiar el poder constituido que tiene como Presidente y decirle que tiene que actuar y decidir, respetando lo que había prometido.

* Profesor titular, Facultad de Ingeniería, Universidad Nacional





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