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Este jueves en la noche se celebraba un cumpleaños, y con los bombillos apagados por ahorro. Que los cumplan felices, que los vuelvan a cumplir y “pida un deseo”. Alguien dijo: “Pídale a san Pedro que abra la llave porque si no, nos toca prender más velas este año”. Y se habló de las últimas precipitaciones, no atmosféricas, sino las del presidente Petro, que decretó de sorpresa, el jueves en la tarde, el Día Cívico para ayer, 19 de abril, con el fin de ahorrar agua y energía.
Lo que vivimos es muy serio, muy grave y miedoso. Cada gota y cada vatio cuentan. Lo del precipitado día cívico es un aporte necesario, el Gobierno tiene que tomar medidas, y los gobernadores y alcaldes, si no queremos llegar a situaciones insospecchadas, pero bien planeadas y divulgadas, no como un rayo en día soleado.
Lo triste, en todo caso, es que siendo nosotros de los países más ricos en el mundo en agua y bosques, estemos pasando este trago amargo porque no se previene, no se educa, no se cumplen las normas, hay más corrupción que Estado.
Don Segundo, el hombre que me tomaba del pelo, mientras me peluqueaba se lamentaba de los tiempos en que la gente secaba los pantanos para cultivar y criar ganado. Y cómo hoy, cuando vemos las consecuencias del cambio climático, no hay campañas sostenidas a través de todos los medios de comunicación y las redes. “El agua se a-gota”, se podría repetir.
Se requieren campañas, muchas; educación ambiental en las aulas, porque los niños de hoy serán los sedientos del mañana. Se necesita crear conciencia, reforestar y aplicar las leyes. Porque hay cifras que aparte de asustar producen rabia y tristeza.
Hay que cambiar los hábitos y el país en su organización social. El campo tiene que ser rentable, para que la gente regrese. La motosierra no puede ser la herramienta de mano.
Hay que defender el agua y tomar medias de fondo, no de fondo blanco. Pero inclusive tomar el güisqui sin agua ni hielo ayuda, en este país donde muchos viven a medio palo, como decía una mirla. Eso de on the rocks es vanidoso y atenta contra la naturaleza, incluso la del whisky. Y hay que cambiar los hábitos y al país en su organización social. El campo tiene que ser rentable, para que la gente regrese. La motosierra no puede ser la herramienta de mano. Ella hace más ruido que una mala decisión presidencial, pero muchas veces las autoridades no la escuchan. Hay que incentivar las ganaderías silvopastoriles. Este sí es un tema de todos. Se necesita un año cívico. Y se necesita, sobre todo, menos saliva y más agua.
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Y hablando de agua, el padre de la música carranguera, el poeta y ahora admirado escritor Jorge Velosa, estará hoy en la Filbo, donde se lanza su tercer libro, Historiando mi cantar: un viaje por la carranga. Una obra en la que cuenta las anécdotas y vivencias que, en la ciudad y en el campo, sembraron las semillas para componer, cantar y escribir. Velosa es, ya se sabe, ferviente defensor del medioambiente. Lo dice La rumba del bosque: “Al ver la tierra pelada / me puse a considerar / qué era lo que había pasado / y qué nos puede pasar. / Y ella me dijo que el hombre / la había tratado muy mal / y que se estaba muriendo / del mismísimo pesar”. Será un placer escucharlo y leerlo.
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