Un mensaje maravilloso sorprendió la semana pasada a los caminantes en el norte de Bogotá: “Gabo, diez años sin ti se han sentido como Cien años de soledad”. Genial. Se dejó ver el día en que se conmemoraba la primera década de la muerte del creador de Macondo, que se fue de este mundo un Jueves Santo, al igual que Úrsula Iguarán. Lo suscribió a la plataforma Netflix, que este año dio a la luz un proyecto que durante mucho tiempo parecía imposible: convertir la obra cumbre de García Márquez al lenguaje audiovisual.

Gabo había exigido que la serie no se realizara antes de su muerte, que se rodara en Colombia y que se produjera en idioma español. Hay gran expectativa por el proyecto, que cuenta entre sus cabezas con la muy talentosa directora Laura Mora, quien el año pasado se llevó la Concha de Oro, que es el mayor galardón del Festival de San Sebastián, por su película. los reyes del mundo.

Buen momento este –a propósito del aniversario de su muerte y en plena Feria del Libro de Bogotá– para recordar a Gabo y para volver a sus páginas maravillosas. Para volver a sentir esa experiencia superior que constituye la lectura de sus grandes obras. Buen momento –¡por qué no!– para volver a disfrutar de ese placer enorme que proporciona la lectura de Cien años de soledadprecisamente con unos meses de antelación a su estreno en la pantalla.

Un mejor homenaje y, sin duda una experiencia más grata, volver a sus textos inmortales que probar suerte con esa novela póstuma, En agosto nos vemos, que el propio autor había pedido no publicar, pues nunca quedó satisfecho con las muchas versiones y los muchos ajustes que realizó en los borradores. Aunque hay en sus páginas algunos destellos de la genialidad de quien fue considerado uno de los más grandes escritores del siglo XX –una que otra frase y una que otra imagen que recuerdan su grandeza–, tristemente aquella novela no les hace justicia al talento desbordado ni a aquella cabeza prodigiosa de otros tiempos.

No me corresponde juzgar si la publicación de En agosto nos vemos es una traición. O un homenaje mal entendido. Asunto exclusivo de sus herederos. Lo cierto es que, como simple lector –y gran admirador de García Márquez–, creo que fue un desatino. Por fortuna, ancha es su obra y uno puede volver tantas veces como quiera a aquellos títulos que le dieron tan merecida fama.





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