Las marchas del domingo pasado fueron, en apariencia, un punto de inflexión en la trayectoria del Gobierno. No hay duda de que fue un guarapazo para el oficialismo el que un mandatario ufano de ser la encarnación del “pueblo” haya concitado la manifestación más nutrida que se recuerde desde la marcha contra las Farc de 2008, solo que no a su favor, sino en su contra. Confirma la caracterización que hizo Gustavo Duncan en estas páginas del presidente Petro como un “populista sin pueblo”.

Sin embargo, en la misma semana que esas protestas parecieron señalar un revés innegable para el petrismo, el proyecto político del Presidente obtuvo dos logros significativos. Y si miramos el desempeño del Gobierno con un gran angular, encontramos que, en contra del diagnóstico tantas veces repetido, según el cual el Gobierno habla mucho, pero ejecuta poco, a Petro no le está yendo tan mal en la imposición de su visión de país.

Recordemos que, en los albores de su administración, consiguió pasar la reforma tributaria más ambiciosa de la historia reciente, un cimbronazo a la inversión del que la economía aún no se recupera, pero que logró el muy petrista propósito de concentrar mayores recursos de la sociedad. en el Estado.

Más recientemente, la reforma de la salud fue rechazada tras un viacrucis en el Congreso, pero el Presidente ha procedido a implementarla a la brava, empleando para ello la intervención directa de varias EPS. Luego, esta semana, se supone de una negociación entre el Gobierno y otras EPS, que le abriría las puertas a una “nueva” reforma que, según expertos, conserva los defectos de la anterior. En el campo de la salud, entonces, todo indica que el Pacto Histórico también se saldrá con la suya.

En cuanto a las pensiones, el Ejecutivo logró la aprobación de su reforma en el Senado con dos salvaciónes que parecían indicar una postura conciliatoria: se designó al Banco de la República como administrador del fondo de ahorro del sistema y se redujo el umbral de cotización del pilar contributivo de 4 salarios mínimos al peregrino parámetro de 2,3.

El Presidente, sin embargo, de inmediato anunció que buscará que la Cámara vuelva a subir el umbral a 4 salarios, traicionando la negociación con la que persuadió al Senado. Y eso, de paso, nos anuncia el destino del rol del Banco de la República: será una talanquera provisional que, si el petrismo sigue en el poder, ya encontrarás cómo saltarse.

Petro demuestra una y otra vez que lo de él no es la conciliación ni los puntos intermedios: el Pacto juega a todo o nada. Cada presunta negociación o moderación de sus exigencias es una finta táctica para conseguir, a las buenas oa las malas, el objetivo original. Así está pasando con la salud, así está pasando con las pensiones y así pasará con el Santo Grial: la modificación de la Constitución del 91 para incrustar los valores del petrismo directamente en la carta magna.

En resumen, estamos ante dos paradojas. La primera es la de un gobierno que dice representar al “pueblo” y oponerse al “establecimiento”, a pesar de que, como se evidencia en las protestas, tiene más “pueblo” en su contra que a su favor; y que, a juzgar por los últimos sucesos, el “establecimiento” es el que le está permitiendo conseguir lo que quiere.

La segunda es que, aunque todos los días se publican quejas sobre la “baja ejecución” del Gobierno, que es un reproche cierto, la transformación profunda que el Pacto Histórico desea para el país va viento en popa. Esa transformación consiste en convertir a Colombia en una sociedad menos libre, más estatizada, más dependiente de la clase política y por tanto más subordinada al clientelismo, la corrupción, la burocracia y la politiquería. Y ese proyecto no adolece de baja ejecución.

MANERAS DE TIERRY





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