¡Vaya manera de celebrar el Día del Trabajo para casi 550 empleados de la fábrica de Colmotores que cierra sus puertas en Colombia! Es curioso que hace dos años se hubiera anunciado una inversión superior a los 50 millones de dólares para modernizar la planta y ahora se hable sencillamente del desmonte de sus instalaciones en el sur de Bogotá, por la subutilización de aquella.

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Aunque General Motors ha aclarado que sus determinaciones nada tienen que ver con las políticas implementadas por el actual gobierno, vamos a ser francos: en el fondo, todo tiene que ver con todo; con lo que se ha hecho y, sobre todo, con lo que no.
El profesor Jorge Restrepo escribió en su cuenta en X: “El cierre de Colmotores es la pérdida de buenos trabajos, rompe encadenamientos productivos, afecta severamente la industria de autopartes, reduce el potencial exportador y el valor agregado”, y complementa con esta otra verdad : “No son suposiciones, son afirmaciones: la reforma tributaria, el alto costo de energía, la desconfianza en la compra de bienes duraderos son los factores locales que incidieron de manera determinante en el cierre de esta gran empresa”.

Su análisis se compadece con lo que se siente en las conversaciones cotidianas de los empresarios: sin confianza, no hay paraíso; sin inversión, no hay más empleo; sin sector privado que genere puestos de trabajo serios y estables, queda muy poco para celebrar un 1.º de mayo. Y agregado: sin educación pertinente, para que haya más técnicos y tecnólogos, especializados en los oficios que se están demandando hoy en Colombia y en el mundo, tampoco habrá desarrollo y nos quedaremos entregando cartones a abogados y politólogos que con sus pomposos títulos, sin embargo, engrosan las listas de desempleados en nuestro país.

Lo peor de todo, volviendo al caso Colmotores, es que quienes más sufren cuando se debilita este sector económico son los jóvenes; esos que encuentran su primer trabajo en el renglón de autopartes, los que se ubican entre 18 y 28 años. Casi 4 millones de personas están empleadas, según el Dane, en el segmento de comercio y reparación de carros. Por eso cuando una empresa que iba a completar 70 años de existencia en Colombia decide apagar uno de sus focos, son el desarrollo y el sostenimiento de cientos de familias los que se apagan.

Nadie en el Gobierno aparece respondiendo a estas dinámicas y proponiendo modelos sustitutivos que se ajustan a lo que está pasando en el mercado laboral.

¿Y mientras tanto, el Gobierno qué? Con un discurso reducido a volver al modelo de horas extras de los 90 y hacer más poderosos a ciertos sindicatos, desapareciendo otros, ni el Ministerio del Trabajo ni el Plan de Desarrollo que ahora nos rige reconocen las nuevas realidades laborales ni otorgan incentivos para que se creen nuevas plazas de trabajo ni se impulsa el estudio de disciplinas coherentes con las necesidades del mercado.

Aun admitiendo que la decisión de General Motors corresponde a procesos globales sobre la producción y el ensamblaje de vehículos, y que su decisión no solo afecta a Colombia sino también a Ecuador, nadie en el Gobierno aparece respondiendo a estas dinámicas y proponiendo modelos sustitutivos que se ajusten a lo que está pasando en el mercado laboral. Así es imposible que la economía se reactiva y que el recaudo impositivo suba para atender las necesidades sociales que, en casi dos años de gobierno, siguen desatendidas estructuralmente aunque esa fue la bandera con la que se hizo elegir el mandatario actual.

Por andar echando discursos de constituirte y gritando vivas al M-19, la oportunidad de reconfigurar la realidad laboral, reivindicando derechos pero ampliando la oferta de puestos de trabajo con calidad, se va esfumando de manera preocupante. ¿Cuántos colmotores más vendrán?





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