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Han sido noticia los campus de algunas de las más importantes universidades de Estados Unidos a raíz de los campamentos que colectivos de estudiantes han organizado en lugares emblemáticos de estos para expresar su apoyo a los civiles palestinos y pedir que Israel cese sus ataques contra esa población. los cuales se originaron tras la incursión terrorista de Hamás en octubre. La magnitud de las movilizaciones –algunas de las cuales ya comienzan a diluirse– ha recordado las de 1968 contra la guerra de Vietnam que marcaron una época.

Y si bien ha habido protestas en Carolina del Norte, Pensilvania, Texas y California, la más nutrida y visible ha sido la de la universidad de Columbia, en Nueva York. Sus líderes, además de clamar por el alto el fuego en Gaza, les exigen a las directivas de la universidad cortar cualquier vínculo con empresas israelíes. Este prestigioso centro educativo tuvo hasta el año pasado inversiones por cerca de 13.600 millones de dólares en empresas con capital de este país. El desalojo por parte de la Policía de uno de los campamentos el pasado 18 de abril terminó impulsando a más estudiantes a sumarse, planteando un verdadero desafío para las directivas del campus que han amenazado con expulsar a quienes persisten en la movilización. Y en todo el país ya son más de mil los estudiantes arrestados.

Y así como diferentes personalidades que públicamente han mostrado su solidaridad con el campamento neoyorquino, voces cercanas a Israel, entre ellas congresistas republicanos, han advertido sobre un peligroso discurso antisemita que estaría alimentándose desde estos lugares que pondría en riesgo a los estudiantes judíos de la universidad. . Dicha institución está cada vez más en la mira de los republicanos que la señalan –en medio del fragor de lo que los analistas han llamado la guerra cultural– como enclave de posturas progresistas e incluso de extrema izquierda. Por lo anterior se enfrenta, como otras tantas que han sido escenario de campamentos, al riesgo de perder el apoyo de donantes pertenecientes a la comunidad judía.

Puede ocurrir, coinciden analistas, que algún sector del electorado, el más afín con Palestina, opte por el abstencionismo.

El suceso ha tenido eco en las filas demócratas, generando división. Un efecto a favor del candidato republicano, Donald Trump, cuya posición de respaldo absoluto a Israel no genera dilemas en sus filas. Mientras los parlamentarios que se ubican más a la izquierda han apoyado abiertamente la protesta, otros, los de centro, sobre todo, la han rechazado de manera enfática. Veintiuno de ellos firmaron una carta pidiendo que los manifestantes fueran desalojados. La pregunta que ahora surge es si la consecuencia de que los reflectores estén sobre esta fisura, preexistente, desde luego, será una disminución del apoyo a Joe Biden. Puede ocurrir, coinciden analistas, que algún sector del electorado, el más afín con Palestina, opte por el abstencionismo, pues es claro que no migrarán hacia las toldas republicanas.

Más allá de cuál sea el desenlace, lo lamentable sería que el resultado de esta movilización se reflejara más en la contienda electoral que en el fin que originalmente la convocó. Independiente de las valoraciones que puedan hacerse sobre los métodos de los estudiantes estadounidenses, es una verdad de un puño que el mundo no puede permitir que el sufrimiento aterrador del pueblo palestino se convierta en paisaje.



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