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Yo me mataría por cuestiones económicas y no emocionales. Tengo entendido que la gente se suicida porque la vida le pesa, porque no le halla sentido a estar aquí, pero ese no es mi caso. La vida es maravillosa y tengo un puñado de razones para seguir, lo que me tiene aburrido es tener que buscar plata todos los meses. Así, si yo me quitara la vida sería por razones funcionales y no existenciales.
Ni idea cuándo nace la idea de irse, pero surge como una frase suelta, tenue: “¿Y si yo no estuviera más acá?”, evitando las palabras muerte o suicidio porque son demasiado fuertes. Luego se le empieza a encontrar cada vez más sentido porque a la larga lo que importa es la vida en general y no tanto la propia. Una vez entendemos que los humanos somos una pequeña parte de un gran andamio, la presión y el miedo desaparecen; también el ego.
Y no es que lo vaya a hacer ahora, de hecho, quizás termine no hacer, pero para que eso suceda tienen que pasar cosas; principalmente, aumentar considerablemente mi capital, como ya dije. En mi plan de vida está hacer libros a lo que me dé el cuerpo y la idea es escribir cinco en una década, por lo que, mínimo, me quedan diez años. Es lo que pasa cuando le entregas tu vida a algo: la sola idea de que algún día falte es terrible.
Espero también tener en un futuro ideas para otros cuatro o cinco títulos, lo que representaría otro decenio entre los vivos, lo que no está nada mal. Pero, al margen del amor por el oficio, el tema económico me irrita. Porque a mí no me ha ido mal y la plata no me mueve. Me gustan las comodidades, como a cualquiera, pero nunca he deseado ser millonario. Sin embargo, todos necesitamos dinero y eso es lo que jode.
Son los libros los que me tienen aún en el mundo, pero a veces no es suficiente porque hace rato tengo claro que puedo escribir.
El mundo se mueve porque hay billones de personas que se levantan todos los días con la fuerza suficiente para conseguir el sustento. Y todos andan en esas: dele, y reme, y pague cuentas, y junte lo del arriendo, y llegue a fin de mes, e insista a ver si algún día a los hijos les va mejor que a ellos. Los admiramos por su tenacidad, característica de la que a veces carezco.
Ha habido ocasiones en la que estoy holgado, y así la vida es otra cosa, algo casi perfecto, pero la lucha por la supervivencia acaba con el que sea. Y lo peor es que si lo mencionas en voz alta, descubres que muchos andan en las mismas: a la gente no lo importa quién está de presidente, le importa es no morirse de hambre.
A veces sueño con grandes fortunas que nunca voy a tener; no por codicioso, sino porque me gusta fantasear con que vivo tranquilo. Cada vez que lo hago me acuerdo de un capítulo de la serie Billions donde el protagonista está en riesgo de ir a la cárcel y considera la posibilidad de escaparse con su familia. Cuando lo habla con su esposa y le dice que podría conseguir unos 300 millones de dólares, ella le dice que no es suficiente. Yo no sé si haya sido una exageración de los guionistas o si existe gente así, lo único que sé es que con esa cifra les daría de comer a todos los de mi cuadra durante un siglo.
Entonces son los libros los que me tienen aún en el mundo, pero a veces no es suficiente porque hace rato tengo claro que puedo escribir. El punto es que mi talento, poco o mucho, no alcanza para lo que quiero. Estoy cansado de los elogios, de que las personas me dicen que me leen y que les gusta mi estilo. Está muy bien el reconocimiento y todo lo que quieren, pero de aplausos no se vive. Yo lo que necesito es plata.
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