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Gustavo Petro siempre ha defendido la necesidad de elegir la asamblea constituyente que considere necesaria según las circunstancias del momento en el que formule su propuesta. Como dirigente del M-19 fue decidido partidario de la Constituyente del 91, que sirvió de escenario para que la citada organización hiciera su ingreso a la legalidad y que había contado con tan activa participación electoral suya que eligió casi la tercera parte de los delegatarios.

Por excepción, en la campaña presidencial de 2018, en la que fue candidato tal vez por decisión de Antanas Mockus, con quien estaba aliado, ofreció que no convocaría ningún constituyente.

Pero en la del 2022, en la que ganó la Presidencia, como candidato y gobernante electo, dijo que uno de sus primeros actos como Presidente sería la convocatoria de un constituyente a la que no le fijó objetivos ni propósitos, tampoco cuáles serían las funciones de la corporación ofrecida. Pero parlamentarios y amigos cercanos suyos, como Roy, Benedetti, Gustavo Bolívar y María José Pizarro, repitieron que el período presidencial debería ser de ocho años, para lo cual convenía autorizar la reelección del gobernante de turno o ampliar su período, declaraciones que suscitaron tal reacción que la idea murió sin pena ni gloria y ni siquiera fue presentación a consideración del Congreso.

Ante las exigencias de la oposición y las manifestaciones populares que dejaron de ser favorables al Gobierno, dijo que el constituyente garantizaría la aprobación por la Cámara de los proyectos de ley que el Ejecutivo había presentado a su estudio. Como esa respuesta tampoco es satisfactoria, en reportaje a EL TIEMPO (18 de marzo de 2024) cambió el alcance de su propuesta por seis ideas que constituyen verdadero programa de gobierno y que crearon mayor confusión, por lo cual la creación de la citada asamblea no ha sido, y todo indica que no será, presentación a consideración del Congreso.

El Presidente también pidió al ministro de Justicia que estudiara la posibilidad de hacer esas convocatoria y elección por decreto, a lo cual el ministro no se opuso, porque probablemente hubiera perdido el cargo.

Como si lo anterior fuera poco, ahora se anuncia la expedición de acto legislativo que le daría facultades al Presidente para otorgar perdón judicial en los casos que contribuyan a su política de paz. Esta debería ser precisamente atribución de la constituyente que se convoca, así como la idea del referendo que otorgue autonomía fiscal a los departamentos y que apoya al Ejecutivo, que no hizo nada en materia de descentralización.

Tampoco tuvo ninguna aceptación la invitación del Dr. Petro a los partidos que integran el Pacto Histórico de presentarse como una sola colectividad a las elecciones del 2026 con miras a la conservación del poder en cabeza de la primera dama o uno de sus amigos más cercanos.

Fácil concluir que en vez de gobernar para todos los colombianos, como era su deber, con “tantos disparates y embustes” (Juan Gossaín) comprometió las posibilidades, aunque mínimas, que tenía el populismo autoritario de continuar gobernando.

Por eso el Dr. Petro se ha dedicado a buscar la dirección de organizaciones afines a sus ideas políticas: Foro de São Paulo, Socialismo Siglo XXI, Grupo de Puebla u otra entidad parecida, lo cual conseguirá y lo hará sentirse el colombiano más importante a nivel internacional, fracasó la aspiración de Juan Manuel Santos a la secretaría general de la ONU.

Los demócratas que creemos en el Estado de derecho y en el gobierno de leyes y no de hombres debemos construir el pospetrismo que supere en poco tiempo los daños que este régimen causó, pero los aspirantes presidenciales hasta ahora guardan silencio sobre el tema y por eso estamos ante campaña que produce más bostezos que ideas, propuestas y programas.

(Lea todas las columnas de Jaime Castro en EL TIEMPO, aquí)



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