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¿Cuál fue la cabeza que organizó la red criminal que llevó a que los carrotanques destinados a repartir agua en La Guajira fueran utilizados para los sobornos al Congreso?
El daño a la institución es tan grande que no tenemos bases para creer en ninguno de los votos que ayudaron a aprobar la reforma de la salud (en la Cámara) y ahora la de pensiones. Y de antemano pido excusas a los muchos congresistas que creen limpiamente en su conveniencia. Pero es que el manto de duda sobre hasta dónde es capaz de llegar este gobierno con tal de pasar las reformas de Petro quedó inevitablemente extendido sobre el voto de compradores y no comprados.
Que Petro conoció la maniobra no está clara y es hasta improbable. Desde luego que los límites hasta donde está dispuesto a llegar para que se cumplan sus planos de gobierno los ha estirado de manera monstruosa y miedosa. En su discurso de Cartagena advirtió que iría hasta donde el pueblo le pida que vaya, frase que no sabemos si alude a su permanencia en el cargo aun vencido su período. Cambió su narrativa de golpe blando por la de golpe de Estado. Se negó a que las cuentas de su campaña fueran revisadas por el CNE. Amenazó con un constituyente exprés. Pidió que se vayan organizando coordinadoras de las fuerzas populares en cada municipio, en cada barrio, en cada vereda, en cada comunidad afro, en cada cabildo indígena para que, si se atreven a violar el voto de 2022, millones de colombianos salgan a las calles. A qué está preconvocando a Petro: ¿a la eventual necesidad de iniciar una guerra civil? Como se lo recuerda Ingrid Betancourt, el régimen de la corrupción en Colombia lo encarna hoy él.
Semana se atrevió ya a afirmar que ese personaje, el eslabón perdido, fue Carlos Ramón González, según la “matriz de colaboración” de Olmedo López con la Fiscalía. En ese momento González fungía como director del Dapre, que asiste al Presidente en el ejercicio de sus funciones y le presta el apoyo administrativo necesario para dicho fin. Es decir, un poder inmenso. ¿No cabrá, en esta descripción del Decreto 1784 de 2019, “empujar” las reformas que el Gobierno considera vitales en el Congreso? Los métodos son secundarios, desgraciadamente, porque el mismo Petro da el ejemplo de estar corriendo límites éticos, constitucionales y legales cada vez que se le pone la sangre caliente.
En el recuento de La Silla Vacía, Carlos Ramón fue fundador y era el poder en la sombra de la Alianza Verde, hasta que salió de la penumbra del brazo de la aspiración presidencial de Petro. Logró que los ‘verdes’ se declararan partido de gobierno, recibiendo él un cambio el nombramiento de más alto perfil en el Gobierno, como director del Departamento Administrativo de la Presidencia, con un presupuesto de 6 billones de dólares anuales. Hoy es un cargo del equivalente de la CIA en Colombia, la dirección de inteligencia y contrainteligencia de la Presidencia. Eso indica la confianza que le tiene Petro desde que se conocieron y se volvieron íntimos en las filas del M-19, cuando González llevaba el alias de Mario Santander. Protagonista de una accidental campaña política previa, González no se ha visto exento de escándalos de violación de topes, de contratos, de manipulación de fundaciones; y, por lo tanto, el conocimiento del tema que hoy afecta al Gobierno, a los ‘verdes’ y al Congreso no le es ajeno.
Es increíble que ante este escándalo la reacción de Petro haya sido la de darle rienda suelta a su paranoia de golpe de Estado, por unas conductas ocurridas debajo de las faldas de su propio gobierno.
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