En un lugar de la ‘marcha’ de cuyo nombre no quiero acordarme, dirá el presidente Gustavo Petro, evocando al ingenioso Hidalgo, don Quijote, y recordando la enorme manifestación del 21 en contra de su gobierno, de las formas y las reformas, en especial de la salud; de la situación de violencia cada vez más general y miedosa; de los asesinatos de líderes sociales, etc., desde donde le gritaron “fuera Petro”. Desde aquella marcha en febrero de 2008, en que condenamos a la guerrilla de las Farc, que secuestraba como recogiendo café, no se volcaba tanta gente a la calle.

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La del 21, bajo la lluvia, contra un tal norovirus que afloja hasta el ánimo e, inclusive, ha dañado el ahorro de agua, salió la gente, sin ser llamada por ningún líder nacional. Así que es una pura expresión del sentimiento nacional. Por ello el primer error sería minimizarla o ignorarla. Como aquí no nos ponemos de acuerdo, los caminantes calcularon 800.000; otros, 400.000; y el Gobierno, 250.000. De pronto era la suma de todos.

Dentro del Gobierno hubo voces opuestas. El mandatario comentó que “aquí lo que quieren es tumbar al gobierno popular y matar al Presidente”. Laura Sarabia, en cambio, dijo lo que ha podido decir el Presidente: “Hoy debemos tener la grandeza de reconocer que muchas personas se movilizaron, que tuvieron todas las garantías y pudieron expresar su descontento”. Bien.

Pero el presidente Petro no se quiere dejar ganar la calle. De inmediato dijo: “Les solicitaré este primero de mayo a los trabajadores y trabajadoras que me permitan hablar en su tribuna de la plaza de Bolívar. Iré como antes, caminando…”. No. Ese no es el escenario. Le queda mal al Presidente aprovechar políticamente la conmemoración universal del trabajador, a menos que él mismo lleve una pancartica que diga algo como “abajo el mal gobierno”. Ja. Sería una nota, como dicen los muchachos.

Fuera Petro, yo escucharía atento, pues ahí está, precisamente, la clave para corregir y enderezar el rumbo. Ahí está la oportunidad de demostrar la altura de un estadista, que es el que sabe oír la voz del pueblo sin distingos; el que sopesa y replantea, el que convoca, une y gobierna para todos.

Fuera Petro, invitaría al gabinete a un tranquilo baño en las termales, que se dice son casi milagrosas.

A pesar de lo que dijo Petro, creo que la realidad entre pecho y espalda es otra. El Presidente, como los boxeadores, sintió el gancho al hígado. Los retiros espirituales en Paipa son la prueba. Allí se hablará de presupuesto y de ejecuciones y, desde luego, la marcha será un trabajo obligado.

Fuera Petro, ante la difícil situación intentaría que este fuera el momento clave de mi gobierno, partiendo de Paipa, tierra de libertad, en medio de momentos un poco más distendidos, de un vino –no muchos, porque estos sí pueden tumbar al Presidente– , un cocido boyacense, para demostrar que no es cierto que no le importa un cubio la marcha, sino que atiende el clamor y les va a dar por las hibias a los que no quieren la paz.

Eso sí, en estos grandes encuentros de Estado no es aconsejable servir conejo al perejil. Porque por ahí se dice que se está volviendo plato nacional. Se cita la receta en salsa agridulce en el caso del umbral para cotizar en Colpensiones, que se pactó en el Senado y con el Partido Liberal en 2,3 salarios mínimos, pero ahora el Presidente como que no le marcha y propuso cuatro salarios mínimos. ¿Y la palabra de la ministra del Trabajo y el ministro del Interior, o la credibilidad del Gobierno?

Fuera Petro, invitaría al gabinete a un tranquilo baño en las termales, que se dice son casi milagrosas. Son relajante tensional, son una maravilla contra la irritación de la piel, y del ánimo, y sobre todo despejan los oídos. Al salir, es aconsejable una agüita de valeriana o de manzanilla, no manzanillo. De Paipa puede venir un mandatario renovado.

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