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Resignificar. Para la sicología es una acción de darle un sentido diferente al pasado, asumiendo una nueva comprensión del presente. Para la lingüística significa volver a darle valor e importancia a algo.
Me quedo con la explicación de la Real Academia Española. Básicamente porque le di muchas vueltas al término antes de argumentarme por qué quería volver a la cárcel La Modelo, 24 años después de haber sido secuestrada allí, y lo que está claro es que no me interesa asumir una “nueva comprensión del presente”. Esa termina siendo una frase irónica cuando la vida diaria sigue abrazada fuertemente por la impunidad, la amenaza y la afectación colateral de muchos funcionarios (de izquierda o derecha) que hacen reparación con daño, gracias a la burocracia.
Cuántas víctimas en Colombia tienen que resignificar sus espacios, su trabajo, su rutina no por decisión propia sino básicamente porque les toca.
La mujer que fue abusada sexualmente en el transporte de servicio público y lo odia porque le recuerda todas las mañanas lo que le ocurrió, pero es que básicamente no tiene otra forma de desplazarse a su trabajo.
La secretaria que debe sentarse todos los días, muy a su pesar, en el mismo escritorio donde su jefe la ha acosado los últimos seis años. O el estudiante que no tiene otra universidad para cursar su carrera, y así alejarse del maltrato de su profesor, porque allí es donde tiene su beca de posgrado. Todas, situaciones reales.
Una pared que a partir del 24 de mayo será resignificada y hará parte de la conmemoración del Día Nacional por la Dignidad de las Mujeres Víctimas de Violencia Sexual.
Todas, todos ellos tuvieron que resignificar sus espacios a la fuerza. “La vida sigue y lo pasado pisado”, dijo uno de los autores de la masacre del bajo Putumayo en medio de una audiencia de Justicia y Paz. Pero no es verdad. La vida sí sigue, pero no se puede pisar lo pasado como si no hubiera existido porque eso es precisamente lo que nos regresa a la inexorable repetición, al sinfín de hechos que no nos permiten cerrar guerras ni odios.
Por eso resignificar termina convirtiéndose en una de las pocas herramientas de memoria capaces de dar algo de alivio.
Ese es el sentido de crear, en el corazón de la cárcel y penitenciaría de mediana seguridad de Bogotá La Modelo, un mural que consienta conectar el arte con la no barbarie. Ilógico para muchos. Tangible y real para millas. Para las mismas víctimas que se niegan a ser olvidadas y borradas.
La campaña No Es Hora De Callar, apoyada por este diario y ahora convertida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en una reparación histórica para mujeres periodistas y mujeres sobrevivientes de violencia sexual, logró ganar ese espacio en La Modelo.
Lo permitieron la voluntad y empatía del ministro de Justicia, Néstor Iván Osuna Patiño, y la acción decidida del director, el subdirector y varios guardianes y guardianas de la cárcel. Saben que nuestra tarea va más allá de una ‘reconciliación’ o un ‘perdón’.
El ministro ha hecho su compromiso para que el mural sea algo que perdure en el tiempo. Un monumento como testimonio vivo, porque esa pared en la que el artista Nats Garu ha dejado su obra Fragmentos que florecen es el testigo más fiel de 60 años de vida de la prisión. Frente a esa pared han pasado los reclusos más famosos, peligrosos y nefastos del país y también una larga lista de inocentes. Así mismo, los que entraron y terminaron picados en pedazos. Han pasado la corrupción y la redención, la resocialización real y la reincidencia. Pasaron la impunidad vestida de oficial de policía y la prensa censurada.
Una pared que a partir del 24 de mayo será resignificada y hará parte de la conmemoración del Día Nacional por la Dignidad de las Mujeres Víctimas de Violencia Sexual. El décimo aniversario de la fecha desde que fue creado por decreto presidencial de Juan Manuel Santos Calderón.
Una obra de arte para resignificar el dolor.
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