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El comportamiento de un líder político es preocupante cuando este no cumple con sus deberes inherentes a la condición humana ni enfrenta sus limitaciones. Un líder nacional debe ganarse el respeto de la ciudadanía, poseer las cualidades necesarias para generar confianza y fomentar la unidad social. Para ello, las formas y las buenas maneras son indispensables.

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Es preocupante lo que ocurre en Colombia con el procedimiento del presidente de la República, que muestra diariamente un alejamiento de las formas adecuadas frente a la nación. Gustavo Petro ha profundizado la polarización, generando una confrontación constante; lejos de ser un símbolo de unidad nacional, como lo establece la Constitución Política, se comporta más bien como un activista radical que vive en turbulencia y propicia tempestades políticas con sus métodos de imposición.

Con más de 30 años de experiencia como funcionario y servidor público, Petro conoce bien la estructura del Estado. Por lo tanto, sus intentos de obviar la separación de poderes para tramitar sus reformas, a las que llama “el cambio”, no pueden atribuirse a desconocimiento. A quien está en la cabeza del gobierno no se le puede aceptar ser intolerante hacia quienes piensan diferente; Sin embargo, Petro se muestra intransigente y lleno de prejuicios. Sería deseable que comprendiera que la soberbia y la arrogancia terminan por desgastar su imagen incluso ante quienes lo rodean. Las formas inadecuadas y una actitud negativa en un gobernante resultan muy dañinas para el país.

Tras la marcha del 21 de abril, considerada una de las mayores manifestaciones ciudadanas de la historia de Colombia, se esperaba que Petro reaccionara y liderara un acuerdo nacional amplio. No obstante, su respuesta fue sumarse a las tradicionales protestas del primero de mayo, incluso financiándolas con presupuesto público, así como entrar en una competencia innecesaria por mostrar una supuesta fortaleza popular, ignorando lo acontecido diez días antes. Utilizando su conocido estilo pendenciero, pronunció el discurso más agresivo y desafiante contra la oposición, aferrado a la teoría del ganador arrogante que siempre recurre al sofisma de tener el “mandato en las urnas”, a pesar de que ganó con el 50,4 %. de los votos, mientras que el 49,6 % de los electores no votó por él, lo cual amenaza con un poder ficticio y menguado, no solo por las encuestas, que lo muestran con bajos niveles de opinión, sino por la percepción ciudadana generada. , debido, precisamente, a sus inadecuadas formas de actuar.

Petro conoce bien la estructura del Estado. Por lo tanto, sus intentos de obviar la separación de poderes para tramitar sus reformas, a las que llama “el cambio”, no pueden atribuirse a desconocimiento.

Amparado en la teoría de un poder omnimodo derivado del triunfo electoral, aunque ajustado, Petro inicialmente logró que el Congreso de la República aprobara la reforma tributaria más costosa de la historia, la cual ha tenido efectos negativos en la economía y golpeado especialmente a la clase. medios de comunicación. Convencido de ese poder ficticio, creyó que las reformas a la salud, pensiones y laborales debían ser aprobadas “obligatoriamente” por el legislativo, solo porque son sus propuestas. Pero, ante el fracaso de la reforma al sistema de salud, reaccionó bruscamente, amenazando con modificar la Constitución por fuera de las vías institucionales, y anunciando que sus iniciativas serían aprobadas por el pueblo en las calles o mediante decretos.

Sin embargo, en contraste con su discurso de campaña y censura radical a la corrupción, desde el poder se utilizan todas aquellas formas violatorias de la ley que él criticó y aún cuestiona como si le fueran extrañas. Estos han terminado en escándalos que minan la confianza de la ciudadanía y causan crispación en la nación. Las denuncias por presuntas coimas millonarias a congresistas aliados del gobierno, y que involucran a sus funcionarios no solo derrumban su retórica, sino que se han convertido en un bumerán que golpea restrictivamente su imagen y la de su mandato. Lo más preocupante, es que, lo mostrado por el comportamiento de Petro hasta ahora, está muy lejos de señalar un cambio de actitud en el futuro.

@ernestomaciast



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